jueves, 11 de septiembre de 2014

Tú y tus malditos cervatillos.

Me despierto y le veo a mi lado, tan grande, tan imponente que no puedo evitar temblar y encogerme.
Le miro, con la sabana por la cintura, con su pelo suelto en la almohada, con su cara de tranquilidad.
Me fijo en sus perfectas y largas pestañas, en su cuerpo perfecto, en su suave respiración.
Le noto tan imponente que me asusto, como un cervatillo herido al ver a su cazador.
El sueño se ha ido y yo me quedo ahí encogida, sintiéndome pequeñita, poca cosa, a su lado.